Yo miro el mundo con un teleobjetivo desde la otra calle, como si nosotros fuéramos los personajes de una película independiente.
Todo comienza desde ángulos diferentes, desde el encuadre que cada uno le quiere dar, desde diferentes puntos de vista. Lo común, la presencia del vicio, lo que se apodera de los personajes como si fuera de una forma casual. Vicio que parte como un placer y que la repetición lo transforma en costumbre y de costumbre…
Las escenas cambian a 96 fps, todo va más lento, más triste, el caminar de los personajes se vuelve eterno y cansador. Como un cuadro que quisieras que terminara pronto, porque se cuela en tus ojos y penetra hasta tu alma, y se queda en tu mente como un recuerdo de alguna experiencia pasada que te pone la visión un poco borrosa.
Ella ahora lo comprende, lo mira con planos detalle, lo mira desde diferentes ángulos, lo observa como a ella le gusta. Analiza y comprende sus movimientos, tal cual el se enreda en sus propios juegos, ella los desglosa en diferentes planos y los traduce en una secuencia que le agrada.
El leitmotiv de los personajes es omnipresente, como un sonido diegético que aparece en algún lugar de la ciudad por donde se camina. Y disimula que la letra del autor reafirma la sensación de temor entre ambos.
El estado del arte se queda inmóvil, no avanza, se queda estático, ni el, ni ella
quieren averiguar mas. Hasta que no pueden aguantar, sienten las ganas, pero una fuerza personal antagónica cambia las cosas, rompe, quiebra, separa, termina con ese estado constante de miradas cerradas. Un gran angular determina el paso a la siguiente escena, alarga la distancia, pero a la vez deja la historia más nítida.
Más nítida pero con mayor contraste…

Todo comienza desde ángulos diferentes, desde el encuadre que cada uno le quiere dar, desde diferentes puntos de vista. Lo común, la presencia del vicio, lo que se apodera de los personajes como si fuera de una forma casual. Vicio que parte como un placer y que la repetición lo transforma en costumbre y de costumbre…
Las escenas cambian a 96 fps, todo va más lento, más triste, el caminar de los personajes se vuelve eterno y cansador. Como un cuadro que quisieras que terminara pronto, porque se cuela en tus ojos y penetra hasta tu alma, y se queda en tu mente como un recuerdo de alguna experiencia pasada que te pone la visión un poco borrosa.
Ella ahora lo comprende, lo mira con planos detalle, lo mira desde diferentes ángulos, lo observa como a ella le gusta. Analiza y comprende sus movimientos, tal cual el se enreda en sus propios juegos, ella los desglosa en diferentes planos y los traduce en una secuencia que le agrada.
El leitmotiv de los personajes es omnipresente, como un sonido diegético que aparece en algún lugar de la ciudad por donde se camina. Y disimula que la letra del autor reafirma la sensación de temor entre ambos.
El estado del arte se queda inmóvil, no avanza, se queda estático, ni el, ni ella
quieren averiguar mas. Hasta que no pueden aguantar, sienten las ganas, pero una fuerza personal antagónica cambia las cosas, rompe, quiebra, separa, termina con ese estado constante de miradas cerradas. Un gran angular determina el paso a la siguiente escena, alarga la distancia, pero a la vez deja la historia más nítida.
Más nítida pero con mayor contraste…
