
Creer en la música como un antídoto a la tristeza se ha vuelto un ejercicio de cada noche, ejercicio que me da miedo que se convierta en costumbre.
Mis zapatillas y yo hemos recorrido mucho, diría que mas de veinte mil kilómetros. Ayer las vi tiradas, se veían cansadas, gastadas y enojadas. El otro día pase por el lado de una que estaba botada en el baño y me hablo muy despacito y me dijo: ey tu! no queremos andar mas! estamos exhaustas y no pretendemos seguirte. Yo las obligue a seguir conmigo, con calcetines, sin calcetines, con pantalones o con faldas, con pijama a veces, y otras con traje de baño. De lo que yo no me daba cuenta era que por fuera parecían verdes y por dentro gastadas ya no podían seguir dando un paso mas.
Y es así como cada cual usa su corazón como una prenda de vestir, para auto complacerse y hacerse bien, sentir un poco de amor, ternura, pasión, cariño, autoestima, alegrías y ademases. Pero cuando el corazón se revela no hay nada mas que hacer, desgastado de tanto esconder la pena, se revela y se siente libre. El mio se revela cada noche de verano, cuando hacen falta los cigarros y el sueño esta de mas. Cada noche en que este comienza a dejar de pensar y escucha frases rítmicas que riman con la tristeza que lleva dentro de su propio corazón.